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El café con leche condensada

    Solíamos sentarnos en las butacas de color frambuesa para charlar sobre temas tan sencillo como la existencia misma. En aquel momento no nos interesaban las frases tan repetidas de Cadalso, Kant o Sócrates. Preferíamos hablar desde nuestra creatividad espontánea. Cada uno con su matiz de colo pastel, arrojaba su hipótesis. El de ojos marrones como caramelos se centraba en el microondas para explicar la existencia del ser. Según él no existía contraste alguno entre este objeto tan futurista y los seres humanos tan ancestros. "El microondas funciona con el calor y la luz. Cuando se apaga parece que se encuentra en el vacío. Los seres humanos igual, funcionamos igual, a la mañana vivimos y a la noche soñamos (si es que soñar se considera dormir)"; El de los ojos marrones más rectos mostraba un matiz menos eléctrico y se centraba más en el misterio romántico de la oscuridad. Pensaba que los muertos tenían esa luz dentro y que las momias volverían a la noche. Sin querer estaba

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